Banquete nupcial romano.

Los banquetes nupciales romanos solían durar dos días de fiesta. Los precios de los alimentos, sobretodo carnes y pescados, eran bastante caros y además tenían la costumbre de contratar cocineros para esto. Debido a lo anterior, y a que se abusaba de la cantidad de comida, los banquetes suponían un gran gasto de dinero. La gente se quejaba de este gasto y tuvieron que legislar el presupuesto máximo para estas fiestas, se creó para ello la ley Julia. El día de la boda comenzaba con el sacrificio de un cerdo. Tras ello había un banquete con un gran número de platos entre los que destacaba la liebre, perdices, cerdo asado relleno y otros animales asados. La bebida principal era el vino que se servía caliente, aunque había otras bebidas. Después de la comida, siempre se servían pasteles de diferentes variedades y una tarta nupcial (podía ser de vino, mosto, anís o queso). La tarta se servía cuando los invitados se iban a ir a casa. Otra de las cosas que no podían faltar en un banquete nupcial era la música, que junto al vino y la tarta eran imprescindibles. Por último, había un segundo banquete para cerrar la fiesta, este, al contrario que el anterior, debía ser ofrecido por el marido. Fuente: http://derecoquinaria-sagunt.blogspot.com/2016/05/convivivm-nvptiale-i.html